EL MUNDO

9 noviembre 2016

 

Ser o no ser gorda

 

Esa es la cuestión. Por eso estoy aquí. No voy a andarme ahora con rodeos ni eufemismos horteras como 'curvy' o gruesa. Tengo sobrepeso de unos 7 kilos. Eso es así.

 

Lo dice mi oráculo de Delfos, que es mi báscula.

 

Os contaba el otro día que estaba un poco desmoralizada porque pensé que esto de perder kilos iba a ser más rápido. Si quiero adelgazar y no sufrir el efecto rebote, esto requiere tiempo y mucha paciencia. Hay días que me levanto y me veo en el espejo como la Venus de Willendorf, escultura de hace 22.000 años que tuve la suerte de contemplar en persona en el Museo de Historia de Viena este sábado. Es pequeñita, la encontraron a orillas del Danubio en 1908. A veces me siento como ella, gorda, aunque no tengo esas tetazas ni esa figura tan maternalizada. Ojo que para mí ser gorda no es algo malo. A mi juicio ser gorda es algo independiente al peso y me tomo el calificativo con humor. Ser gorda es que adoras cocinar y comer y que te cuesta prescindir en tu dieta de cualquier cosa que engorde. Estar, que no ser, gorda es otra cosa. Es más subjetivo, aunque para los nutricionistas, la cosa peligra cuando tu IMC indica obesidad y la grasa llega a capas tan profundas que rodean tus órganos vitales y repercute negativamente en tu organismo.

 

Yo tengo la suerte de no haber llegado a ese punto, de estar a medias entre Botero y Rubens. He tomado la decisión de adelgazar por no empezar ya a echarme kilos al cuerpo y dejarme a mi edad. Mi reto en realidad es el de introducir el deporte en mi vida diaria (aunque bienvenida sea mi figura de los 25) y, nunca pensé que lo diría, pero lo estoy consiguiendo. Lo de introducir el deporte, lo segundo lo veo más difícil. Esta mañana he entrenado sin ninguna pereza y se me ha pasado el rato volando. Reconozco que me siento mejor que antes, aunque es de justicia afirmar que también me siento bien en la cama remoloneando.

 

Ahora estoy más ágil, pero la grasa sigue ahí, no se va la muy z.... Me abraza por las piernas, los brazos. Me quiere. Está ahí pegada cual lapa. Me he quitado los hidratos, el azúcar y la grasa de las comidas para poder quemar la mía propia... Estoy harta de frutas y yogures. Esto de adelgazar es más difícil a los treintaymuchos que a los veintipocos. Quiero unos callos a la madrileña, aunque no me gusten.

 

Así que hoy he cogido el toro por los cuernos después del entrenamiento y me he sometido a una sesión de maderoterapia para remover mis adipocitos.

 

Estos son los instrumentos con los que me han 'torturado' hoy, pero he salido como nueva de la sesión, de verdad. Me han pasado rodillos de roble colombiano por todo el cuerpo como si fuera una masa de hojaldre de empanada de zamburiñas o de galleta navideña (ay, no dejo de soñar con comida) y me han recolocado la 'grazza' entera. Me han modelado como la arcilla de la escena sexy de 'Ghost', pero sin torno, sobre una camilla. Me han untado de aceite tanto que me creía un pedazo de cordero de los que dan vueltas para hacer Kebabs o un 'pollo al last', dando vueltas, frito por la calefacción, soltando jugo. También me han pasado unas copas de madera que hacían vacío en mis michelines y sonaba pop. Pero no como el de las Pringles. Nunca me han gustado, pero ahora las tomaría.

 

En fin, he superado la prueba y he salido de Assari como una de las obras de Giacometti que vi en el MUMOK (Museo de Arte Contemporáneo) de Viena después de contemplar a la Venus de Willendorf. O al menos me he sentido así. Ligera como una pluma.

 

No voy a frivolizar sobre la percepción que tienen las mujeres de su propio cuerpo, ya que los trastornos alimentarios están a la orden del día. Pero bien es cierto que hay que desdramatizar con los kilos, y yo la primera. Quiero alcanzar cifras de kilos que para unos son excesivas y para otros escasos. El caso es verme bien y sana. Y no sólo comer manzanas... Ay, me estoy poniendo intensa a lo Tania Llasera o Vicky Martín Berrocal o, peor aún, Marisa Jara, y me horrorizo. Nunca seré imagen de Violeta by Mango pero no por que me esté grande la ropa, sino porque no me gusta. Odio las modelos que van de modelo y antes muerta que dar lecciones.

 

Os dejo que me voy a comer una torta asquerosa de maíz de esas que saben a poliespán. Pffffff.....